
Por: Elizabeth Alarcón Resendiz
Mujeres olvidadas, con rostros invisibles y anónimos, se sepultan en vida, es así como viven las afganas, las cuales sólo porque los hombres consideran peligroso, desafiante, letal y ofensivo el rostro de una dama, ellas tiene que estar “ocultas” bajo su burqa, pero ¿habrán posibilidades de soñar un mundo distinto?, incógnita difícil de responder, debido a que todo ello se ha convertido en un “vivir” de las mujeres, en donde hasta una sonrisa, sorda y hueca está prohibida.
Desde que en 1996 los talibanes estudiantes del Corán, tomaran el poder e impusieran la Sharía (ley islámica) en la más extrema de sus interpretaciones, las mujeres afganas viven despojadas de sus derechos fundamentales, bajo el yugo de un fanatismo extremo, que hace incapaz un razonamiento.
"Una flor que debe permanecer en casa, para que el hombre al volver huela su perfume", es la forma sutil de los talibanes para condenar a las mujeres a una pesadilla interminable y ser el ministerio para regular lo que es correcto y prohibir lo que es Incorrecto. Todo ello salvaguarda a las mujeres de los vicios y el pecado, por esto, las obliga a cubrirse con la burqa, una larga túnica cuya única abertura es una pequeña rejilla a la altura de los ojos; siendo un resquicio por donde las mujeres afganas tienen la posibilidad de contemplar ese mundo del que no han podido escapar.
Más y más prohibiciones viven estas mujeres como: el no trabajar fuera de casa, no acudir al colegio, no salir a la calle sin un mahram (marido, padre o hermano), no pueden mirar a un hombre que no sea de su familia, no pueden manejar un coche, ni montar en bicicleta, no hablar en público, no ser atendidas por un médico, no asomarse al balcón, no ver televisión, no asistir a reuniones, no reírse, entre otras; esos “no” las han convertido en mujeres olvidadas e incapaces de ser independientes o simplemente “libres”
Cualquier desliz en su comportamiento puede causarles la muerte, son asesinadas por exponer alguna parte de su cuerpo accidentalmente mientras caminan o por no utilizar unos zapatos suficientemente silenciosos como para pasar desapercibidas, ¿en qué se han convertido estas mujeres?
Esta brutal represión contrasta con la libertad de la que disfrutaban antes de la llegada de los talibanes. Desde la independencia en 1919, Afganistán inició el proceso de modernización que favoreció el avance de los derechos de las mujeres, tras la invasión soviética en 1979 se promulgó la igualdad de oportunidades y se promovió la integración de las mujeres en todos los ámbitos laborales, en 1992 las mujeres representaban el 50% de la fuerza del trabajo de todo el país, el 50% de los estudiantes y el 60% de los profesores de la Universidad de Kabul eran mujeres, durante los últimos 17 años de guerra la subsistencia de las familias afganas ha dependido en gran parte del sueldo de las mujeres, hasta 1992 disfrutaban de libertad para trabajar, generalmente vestían como querían y aparecían solas en público.
La rapidez de esa transición al infierno que ahora les acoge es el principal argumento para la depresión y el suicidio, no es de extrañar que el 90% de las mujeres afganas sufra algún tipo de trastorno psicológico, según datos de la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA), por ello es común ver cómo abogadas, médicos y profesoras se han visto orilladas a mendigar.
Pero no se debe olvidar que hay personas luchando por la libertad de las mujeres Afganas como es el caso de RAWA, una organización formada por mujeres y donde los hombres sólo participan como miembros, comenzaron a trabajar a favor de los derechos de las mujeres en 1977 y que aunque no han podido terminar con dichos problemas se continuará con una lucha constante.
Una colaboradora de dicha asociación que no da su nombre por su seguridad aclaró “hasta conseguir lo que pretendemos, que no es otra cosa que un país con un gobierno laico, la libertad, el cumplimiento de los derechos humanos, la libertad de la mujer y la democracia. Una democracia donde se defiendan los derechos de pensamiento, información y expresión” dice una persona que trata de ayudar a terminar con las injusticias que se viven en Afganistán.
Mientras esta pesadilla se intensifica y la vida se vuelve insufrible para millones de mujeres, la comunidad internacional se mantiene a distancia, a pesar de las fuertes condenas de algunas instituciones internacionales, la realidad nos sorprende con una inusitada pasividad de las grandes potencias que prefieren taparse los ojos a enfrentarse a un problema que pone en tela de juicio políticas de países como Estados Unidos, Pakistán o Arabia Saudita.
Desde que en 1996 los talibanes estudiantes del Corán, tomaran el poder e impusieran la Sharía (ley islámica) en la más extrema de sus interpretaciones, las mujeres afganas viven despojadas de sus derechos fundamentales, bajo el yugo de un fanatismo extremo, que hace incapaz un razonamiento.
"Una flor que debe permanecer en casa, para que el hombre al volver huela su perfume", es la forma sutil de los talibanes para condenar a las mujeres a una pesadilla interminable y ser el ministerio para regular lo que es correcto y prohibir lo que es Incorrecto. Todo ello salvaguarda a las mujeres de los vicios y el pecado, por esto, las obliga a cubrirse con la burqa, una larga túnica cuya única abertura es una pequeña rejilla a la altura de los ojos; siendo un resquicio por donde las mujeres afganas tienen la posibilidad de contemplar ese mundo del que no han podido escapar.
Más y más prohibiciones viven estas mujeres como: el no trabajar fuera de casa, no acudir al colegio, no salir a la calle sin un mahram (marido, padre o hermano), no pueden mirar a un hombre que no sea de su familia, no pueden manejar un coche, ni montar en bicicleta, no hablar en público, no ser atendidas por un médico, no asomarse al balcón, no ver televisión, no asistir a reuniones, no reírse, entre otras; esos “no” las han convertido en mujeres olvidadas e incapaces de ser independientes o simplemente “libres”
Cualquier desliz en su comportamiento puede causarles la muerte, son asesinadas por exponer alguna parte de su cuerpo accidentalmente mientras caminan o por no utilizar unos zapatos suficientemente silenciosos como para pasar desapercibidas, ¿en qué se han convertido estas mujeres?
Esta brutal represión contrasta con la libertad de la que disfrutaban antes de la llegada de los talibanes. Desde la independencia en 1919, Afganistán inició el proceso de modernización que favoreció el avance de los derechos de las mujeres, tras la invasión soviética en 1979 se promulgó la igualdad de oportunidades y se promovió la integración de las mujeres en todos los ámbitos laborales, en 1992 las mujeres representaban el 50% de la fuerza del trabajo de todo el país, el 50% de los estudiantes y el 60% de los profesores de la Universidad de Kabul eran mujeres, durante los últimos 17 años de guerra la subsistencia de las familias afganas ha dependido en gran parte del sueldo de las mujeres, hasta 1992 disfrutaban de libertad para trabajar, generalmente vestían como querían y aparecían solas en público.
La rapidez de esa transición al infierno que ahora les acoge es el principal argumento para la depresión y el suicidio, no es de extrañar que el 90% de las mujeres afganas sufra algún tipo de trastorno psicológico, según datos de la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA), por ello es común ver cómo abogadas, médicos y profesoras se han visto orilladas a mendigar.
Pero no se debe olvidar que hay personas luchando por la libertad de las mujeres Afganas como es el caso de RAWA, una organización formada por mujeres y donde los hombres sólo participan como miembros, comenzaron a trabajar a favor de los derechos de las mujeres en 1977 y que aunque no han podido terminar con dichos problemas se continuará con una lucha constante.
Una colaboradora de dicha asociación que no da su nombre por su seguridad aclaró “hasta conseguir lo que pretendemos, que no es otra cosa que un país con un gobierno laico, la libertad, el cumplimiento de los derechos humanos, la libertad de la mujer y la democracia. Una democracia donde se defiendan los derechos de pensamiento, información y expresión” dice una persona que trata de ayudar a terminar con las injusticias que se viven en Afganistán.
Mientras esta pesadilla se intensifica y la vida se vuelve insufrible para millones de mujeres, la comunidad internacional se mantiene a distancia, a pesar de las fuertes condenas de algunas instituciones internacionales, la realidad nos sorprende con una inusitada pasividad de las grandes potencias que prefieren taparse los ojos a enfrentarse a un problema que pone en tela de juicio políticas de países como Estados Unidos, Pakistán o Arabia Saudita.
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