domingo, 19 de octubre de 2008

EL HÁBITO DE LECTURA EN MÉXICO



Por: Rosario Avril Rodríguez Ramón







México es un país multiétnico, culturalmente diverso. Desafortunadamente sus habitantes no aprecian lo valioso de su historia, de sus costumbres; pero sobre todo, el nivel educativo es uno de los motivos preocupantes en nuestra sociedad.

Los mexicanos no estamos acostumbrados a leer por gusto, tiene que obligarnos el profesor a base de la entrega de reportes, ensayos o resúmenes.

La educación en México es sumamente alarmante; los padres de familia no se preocupan por inculcarles a sus hijos el hábito de la lectura, prefieren tenerlos viendo televisión que leyendo cuentos infantiles.

La situación de los adolescentes también es la misma; todos optan por pasar largas horas frente a un televisor, aún en su tiempo libre o en sus vacaciones.

Parece que la caja negra poco a poco, a través del tiempo, ha ido suplantando los libros, y no se diga las computadoras. Anteriormente el único medio de aprender y obtener conocimientos eran las publicaciones impresas.

Cuando esos adolescentes se convierten en jóvenes universitarios y posteriormente en adultos, su vocabulario resulta deficiente. Las faltas de ortografía abundan y su expresión oral es tan pobre, que las muletillas y tartamudeos, así como la carencia de sinónimos son evidencia suficiente para comprobar que en nuestro país la costumbre de leer es nula.

Según datos proporcionados por la UNESCO, publicados en Internet por el Centro Internacional de Prospectiva y Altos Estudios, S.C (CIPAE), se calcula que únicamente el 2% de la población mexicana tiene el hábito de lectura.

La Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), afirma que el año pasado se produjeron en el país 350 millones de libros. En México somos aproximadamente 100 millones de habitantes y se estima que cada persona lee 3.5 libros anualmente; sin embargo, en términos reales, cada mexicano lee la vergonzosa cifra de medio libro al año.

Podría continuar citando números, pero de nada sirve, para qué mencionar el lugar que ocupa nuestro país en cuanto a lectura a nivel mundial, si con estos datos de antemano se sabe que no llegaría a los primeros lugares, pero sí a los últimos.

Tampoco sirve de mucho quejarse y echarle la culpa al gobierno o a los docentes, cuando realmente el hábito debe inculcarse desde la infancia, en el seno familiar, pues los primeros guías que el ser humano tiene desde pequeño, son sus padres.


“Los libros son como las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”, decía el poeta inglés James Russell Lowel. La lectura estimula la imaginación, la creatividad, además de ser fuente de cultura que aumenta la capacidad de memoria y concentración, también ayuda a incrementar nuestro vocabulario, a mejorar la ortografía y la redacción.

No sólo debe leerse por obligación, debe hacerse por gusto, por el deseo de crecer intelectualmente y tener una preparación mejor a futuro. Nunca es tarde para comenzar a desarrollar el hábito de lectura.

Los padres de familia, docentes y funcionarios públicos del área educativa, tienen la responsabilidad de implementar planes, programas y acciones para evitar que la ignominiosa ignorancia se apodere de las nuevas generaciones; hacer caso omiso de esta situación en la que nos encontramos, podría tener consecuencias graves en el desarrollo de nuestro país en todos los aspectos: económico, político, social y cultural.

Ya de por sí tenemos un penoso rezago en el ámbito cultural, no dejemos que continúe avanzando y borremos la mala imagen de “burros” que nos identifica ante los demás países del mundo.

Es momento de quitarnos los huaraches, el zarape, el sombrero y los nopales, México es una nación que puede progresar si sus habitantes toman la decisión de suprimir el sello “ignorante” de su frente. Con el hábito de lectura podemos elevar nuestro nivel educativo cultural y la calidad de vida.

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